Por Pedro Martínez Pírez
Especial para EL PUEBLO de Ecuador
Quienes
en el mundo se preguntan, especialmente después del colapso de la Unión
Soviética, cómo es posible que la pequeña Cuba, sometida a un cruel e inhumano
bloqueo económico, comercial y financiero de la principal potencia imperialista
de nuestros tiempos, se mantenga firme en sus ideales y objetivos a 180
kilómetros de Estados Unidos, tal vez no sepan que la principal fortaleza del
pueblo cubano lo constituye el inmenso legado de José Martí.
Y esto
es así porque como bien señaló el Maestro: trincheras de ideas valen más que trincheras
de piedra.
José
Martí cayó en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895. Él, con su grandeza ética y
moral, y su extraordinaria visión de futuro, había pedido en sus versos: “Yo
quiero cuando me muera, sin patria pero sin amo, tener en mi tumba un ramo de
flores y una bandera”; y reclamó a sus continuadores: “No me pongan en lo
oscuro a morir como un traidor, yo soy bueno y como bueno moriré de cara al
sol”.
La
fuerza de las ideas y el ejemplo de José Martí, así como su obra política y
revolucionaria, marcaron siempre el rumbo y la conducta de los revolucionarios
cubanos, desde Julio Antonio Mella hasta Fidel Castro, e influyeron en hombres
de la talla de Ernesto Che Guevara.
La
fundación por José Martí del Partido Revolucionario Cubano en 1892, el primero
en el mundo de clara proyección antiimperialista, marcó un hito, porque además
de crearse para lograr la independencia cubana, lo hizo para fomentar y
auxiliar la de Puerto Rico, nación hermana que todavía hoy sufre la dominación
colonial yanqui. Y ahí están también las raíces del internacionalismo cubano,
porque en el largo combate por la primera independencia Cuba recibió también el
sólido apoyo de combatientes de Nuestra América, entre ellos el dominicano
Máximo Gómez y el puertorriqueño Juan Rius Rivera, y figuras de la talla del
Viejo Luchador ecuatoriano Eloy Alfaro, el único presidente de América que el
19 de diciembre de 1895 escribió desde la ciudad de Guayaquil a la Reina María
Cristina de España para demandar la independencia de Cuba.
José
Martí y Eloy Alfaro se habían conocido en la ciudad de Nueva York el 24 de
octubre de 1890, y el más universal de los cubanos dejó escrito para la
historia que Alfaro era uno de los pocos hombres de creación en América. Y
desde los campos de batalla por la primera independencia de Cuba el general
Antonio Maceo, conocido en Cuba como el Titán de Bronce, escribió a Eloy Alfaro
para agradacerle su incondicional apoyo a la revolución independentista cubana.
Extraordinaria
fue la labor de José Martí desde el exilio para unir a los independentistas de
varias generaciones, a los veteranos con los pinos nuevos, y hacer realidad en
1895 el inicio de la guerra justa, necesaria y breve que pusiera fin a la
dominación colonial española en la Mayor de las Antillas, en una contienda
difícil por el empecinamiento de las autoridades coloniales españolas y la
amenaza de anexión proveniente de Washington.
Horas
antes de su caída en el oriente cubano, José Martí escribió a su queridísimo
amigo mexicano Manuel Mercado una carta considerada por muchos como el
testamento político del Héroe Nacional de Cuba.
“Ya
estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber”
–escribió Martí en su carta inconclusa del 18 de mayo de 1895--, y señaló que
lo animaba el sagrado deber de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba
que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza
más sobre nuestras tierras de América”.
“Cuanto
hice hasta hoy, y haré, es para eso”, agregó Martí, al precisar que “en
silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para
lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían
dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”.
José
Martí, quien vivió durante más de quince años en Estados Unidos y advirtió a
los pueblos de Nuestra América sobre la voracidad del imperio naciente, le dijo
a su amigo mexicano que era su obligación “impedir que en Cuba se abra, por la
anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de
cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de
nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia”.
En esa
carta a Manuel Mercado está la famosa frase del Apóstol de la independencia
cubana: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas; -y mi honda es la de
David”, texto que acompañará a la imagen del Apóstol tomada de una obra del
gran pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín en el calendario de bolsillo de
Radio Habana Cuba de 2013, cuando se cumplirán 160 años del nacimiento en La
Habana de José Martí.
Martí
luchó denodadamente contra las corrientes anexionistas y autonomistas; levantó
el fervor de los cubanos por la independencia, fundó un partido político y
también el periódico “Patria” en su permanente batalla de ideas, y en su carta
póstuma advirtió que él podría físicamente desaparecer pero no desapareceria su
pensamiento.
Hermosa
es la obra literaria, periodística y poética de José Martí. Grandes sus aportes
en la docencia y la diplomacia. Relevantes sus siempre atinados comentarios
sobre la salud, el deporte, las ciencias. Pocos como él cultivaron el amor por
la historia y la cultura de Nuestra América. En la obra inmensa de Martí, quien
murió a los 42 años de edad, se pueden leer las mejores crónicas sobre la cruda
realidad de Estados Unidos, la bajeza y ambición de sus políticos, y al mismo
tiempo el heroísmo y grandeza del Libertador Simón Bolívar y otros próceres de Nuestra América.
No fue
casual que en su autodefensa como abogado el joven Fidel Castro, en el año del
centenario del nacimiento del Apóstol, proclamara que el histórico Asalto al
Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, tuvo como autor intelectual a José
Martí.
El
Héroe Nacional de Cuba es un verdadero paradigma en la lucha de los pueblos de
Nuestra América por su segunda y definitiva independencia. Él está en el
corazón y en la mente de los cubanos que aman a su patria y defienden las
conquistas de la Revolución. En José Martí se cumple su propio apotegma de que
la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.
Su
legado político e ideológico vive en la práctica de todo un pueblo y en la
filosofía de un gobierno y un partido que hacen suya esta rica herencia, la
cual preservan con celo, para que nunca muera el ideario del Maestro.
Y ya en
la víspera de la Décimo Sexta Asamblea Nacional de la Coordinadora Ecuatoriana
de Amistad y Solidaridad con Cuba, que tendrá lugar en la ciudad de Machala,
capital de la provincia de El Oro, podemos con todo amor y respeto parafrasear
al más universal de los cubanos y concluir señalando que Bolívar, Alfaro y
Martí tienen que hacer todavía en América. Los tres siguen vivos y sus ideas
iluminan a los actuales dirigentes de Venezuela, Ecuador y Cuba.
(El autor es Subdirector de Radio Habana Cuba, Miembro
de Honor de la Fundación Guayasamín, Premio Nacional de Periodismo “José Martí”
por la obra de la vida y Premio Nacional de la Radio Cubana)