Vladimir
Calderón con la bandera de sus amos. Foto
AFP
Como era de esperarse, la contrarrevolución externa e interna,
así como todo el andamiaje ideológico anticubano, esperaban el desenlace de la
ilegal ocupación de la Basílica Menor de La Caridad, para sacar jugosas lascas
en su guerra mediática contra Cuba. Como cuervos al acecho, se lanzaron en
desbandada para emitir declaraciones, opiniones y denuncias de todo tipo,
relacionadas con el desalojo pacífico de sus provocadores ocupantes, previa
solicitud de la propia iglesia cubana.
De nada sirvió que el párroco de la Basílica, el sacerdote Roberto Betancuort, se
apresurara a confirmar que el desalojo fue rápido y sin violencia, según se
había acordado entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades. Para los
detractores de oficio se abrió una oportunidad para difamar al gobierno cubano
y desarrollar una oprobiosa campaña de mentiras.
Violando
el Octavo Mandamiento, que reza: "No dirás falsos testimonios ni
mentirás.", tanto el jefe de los provocadores, Vladimir Calderón, como
los principales medios al servicio de los falsarios ataques a Cuba, se
dedicaron a propalar las más pecaminosas mentiras.
Le cupo el detestable rol de capitanear esta falaz campaña, nada
menos que a Elizardo Sánchez Santacruz, quien declaró en una nota de prensa que
Radio Martí, Univisión, El Nuevo Herald, Reporteros sin Fronteras y otros
medios y organizaciones de dudosa credibilidad, se dedicaron a difundir.
Sabiéndose violador del mandamiento de no mentir, Elizardo declaró en su nota: "La
Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional no puede ocultar
su tristeza y frustración ante el pedido del Cardenal Jaime Ortega al régimen
represivo que impera en Cuba para que desalojase, necesariamente por la fuerza,
a un grupo de pacíficos opositores que se habían refugiado en la capitalina
iglesia católica de La Caridad para presentar y difundir varias demandas
razonables y justas." (...) "Consideramos que se escogió la
peor y más peligrosa alternativa. Según nuestras primeras indagaciones,
un comando especial de la policía política secreta, entró como una tromba
en la iglesia y arremetió violentamente contra los pacíficos ocupantes a
quienes desalojó luego de aterrorizarles con diversos artilugios y técnicas de
coacción física."
¿Cómo ocurrió realmente el desalojo?
Exactamente
a las 9 de la noche, en presencia de autoridades eclesiásticas, fueron
desalojados en forma respetuosa los 13 provocadores, sin que mediara ni una
acción violenta, ni ofensa alguna, por un grupo de representantes de la
autoridad, quienes se encontraban totalmente desarmados.
De inmediato fueron transportados hacia la Cuarta estación de la PNR, sita en Infanta y Manglar, en donde se procedió a identificar a cada uno de ellos y a realizar los procedimientos de rutina que cualquier órgano policial procedería a realizar, con independencia de la nación en la que sucedieran los hechos. Por supuesto, era legalmente justificado advertir a los detenidos temporalmente el volver a repetir el tipo de incidente que realizaron, al penetrar en una morada religiosa y forzar al sacerdote a permitirles su estancia bajo presión, afectando el desenvolvimiento de la actividad litúrgica del mismo y de los feligreses del lugar.
De inmediato fueron transportados hacia la Cuarta estación de la PNR, sita en Infanta y Manglar, en donde se procedió a identificar a cada uno de ellos y a realizar los procedimientos de rutina que cualquier órgano policial procedería a realizar, con independencia de la nación en la que sucedieran los hechos. Por supuesto, era legalmente justificado advertir a los detenidos temporalmente el volver a repetir el tipo de incidente que realizaron, al penetrar en una morada religiosa y forzar al sacerdote a permitirles su estancia bajo presión, afectando el desenvolvimiento de la actividad litúrgica del mismo y de los feligreses del lugar.
Horas después fueron trasladados a sus lugares
de residencia, sin ser molestados o acosados.
La mentira no camina sola
Fue el propio principal provocador, Vladimir Calderón, quien
pasó a asumir el papel de víctima, tratando de proyectar su repudiable actuar
hacia la policía cubana. Mentiroso también, olvidándose de la presencia de
múltiples testigos, declaró que se emplearon técnicas represivas contra ellos,
mientras que Radio Martí se encargaría de todo lo demás.
Benoir
Herviu, director de Reporteros sin Fronteras para Las Américas, también pondría
su granito de arena en la difamación.
El
Nuevo Herald, ansioso de dar la primicia, apenas si se dedicó a verificar los
infundios propalados por los contrarevolucionarios y provocadores. A pesar de
colocar el comunicado del Arzobispado de la Habana en su artículo sobre
el evento, el plumífero Juan Carlos Chávez, repitió las infamias propaladas
desde la Habana, tratando de dar un tono drámatico al suceso: "Poco
después de circular la noticia sobre el desalojo, fuentes de la disidencia
interna afirmaron que los 13 ocupantes, entre los que se cuentan una mujer de
71 años y un hombre de 82, fueron arrastrados y golpeados en el
operativo."
La
oportunista y vividora, Yoani Sánchez, no perdió el tiempo y lanzó un lacónico
twitter: "la intromision policial en el templo de La Caridad quedará
como una página bochornosa de la Iglesia en Cuba". Por su parte, la
jefa del grupúsculo conocido como Las Damas de Blanco, Berta Soler, declaró
a AFP lo siguiente: "Lamentablemente el cardenal, para mi modo de ver,
no debió mandar a desalojar a nadie y menos un templo, porque esa es la casa de
Dios".
Sabiamente,
y en apego a sus posiciones mantenidas durante la provocación, el Vaticano
aprobó la decisión del Arzobispado de la Habana de desalojar a los no invitados
invasores.
De
acuerdo con la Iglesia Católica, los Diez mandamientos pertenecen a la
revelación de Dios. Enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre.
Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los
derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana. ¿Cómo
se permiten violarlos, pues, en forma tan bochornosa e impunemente, los enemigos
de Cuba?
¡Qué
Dios los perdone!, exclamaría cualquier creyente al conocer que el Octavo
Mandamiento ha sido brutalmente pisoteado, en la Habana, por este grupo de
facinerosos y provocadores. Mentir, como lo hacen, los denigra y deshonra ante
Dios, haciendo su reclamo una muestra de vileza y perjurio.
La Habana, 16
de marzo de 2012