Ángel Guerra Cabrera
Estados Unidos, conviene recordarlo, fue junto a sus aliados de la OTAN
e Israel el más firme sostén económico, político y militar del régimen del
apartheid en Suráfrica. Lo tenían sin cuidado Los sufrimientos infligidos a los
negros por ese odioso sistema considerado un crimen de lesa humanidad por el
derecho internacional. No es casual que la CIA entregara a Mandela a la
policía surafricana. No olvidemos que Mandela mucho después de haber cumplido
27 años de cárcel y de concluir su mandato como el primer presidente negro de
Suráfrica continuó en la lista de terroristas del Departamento de Estado
hasta el año 2008. Más aún, está profusamente documentada la complicidad
estadunidense en el sostenimiento del colonialismo en África y cuánto hizo por
impedir el triunfo de sus movimientos de liberación nacional.
La presencia de Obama y su discurso en las honras fúnebres de Nelson
Mandela exige subrayar, por eso, que cualquier presidente de la superpotencia
carece de autoridad moral para proclamarse admirador y seguidor del héroe
surafricano. De la misma manera, Obama, al reprochar a otros líderes, en el
estadio FNB de Soweto, que apoyen a Mandela pero “persigan disidentes”
demuestra que, aunque sea negro, padece la misma arrogancia imperial típica de
la privilegiada y mesiánica cúpula estadunidense. ¿Quién si no los cuerpos
represivos de ese país molieron a palos a los integrantes de Occupy Wall
Street?
La doctrina Monroe sigue vigente y a escala universal. Ese mismo Obama
ha recrudecido el bloqueo contra Cuba, bombardeó y despedazó a Libia, y asesina
a cientos de inocentes con los drones en Pakistán, Afganistán y Yemen.
Igualmente, aprueba planes desestabilizadores y golpes de Estado contra los
gobiernos independientes de América Latina y el Caribe apoyándose en su
descomunal aparato subversivo y mediático. Eso sin contar el estado orwelliano
de espionaje dirigido no sólo contra los que considera enemigos sino contra sus
aliados y sus propios ciudadanos.
A principios de los noventas poderosas circunstancias forzaron a interrumpir
el apoyo estadunidense al apartheid, contra el que la población negra se
mantenía en indoblegable rebeldía. A partir de la derrota sufrida en la batalla
de Cuito Canavale por el régimen del apartheid, que incluso disponía de
armas nucleares, Washington no tuvo otra alternativa que buscar una salida
negociada. El golpe demoledor asestado al ejército surafricano por la potente
agrupación de tropas cubanas junto a sus compañeros de armas angolanos y
namibios produjo un giro de tal magnitud en la correlación de fuerzas
político-militares en el sur de África que Estados Unidos se vio impedido de
evitar la independencia de Namibia, la consolidación de la independencia de
Angola y el fin del apartheid (http://www.jornada.unam.mx/2010/07/22/mundo/026a1mun).
Pero no hay que salir de Estados Unidos para percatarse de la
incongruencia de Obama cuando afirma admirar e inspirarse en Mandela. En su
gobierno, además de que el uno por ciento más rico obtiene el 93 por ciento del
incremento de la riqueza, la población negra sufre el doble de desempleo que
los blancos y hay más negros encarcelados que esclavos en 1850; los niños
afroestadunidenses en pobreza son casi el triple que los blancos en esa
situación y es muy probable que uno de cada tres infantes negros nacidos en
2001 acabará en la cárcel. Esta situación se agrava con el pingüe negocio de la
privatización de las prisiones, que ha hecho aumentar cientos de veces el
número de reclusos. En un retorno al régimen esclavista supuestamente liquidado
con la guerra civil norteamericana(1865) ahora el capital dispone de abundante
mano de obra barata negra y latina con la que subir en flecha sus
ganancias.
Mientras tanto, el presidente cubano Raúl Castro representaba lo
contrario de Obama en las horas fúnebres de Mandela. En Raúl se simbolizaban
allí los legendarios logros de la Revolución Cubana en la justicia social, la
educación, la salud pública universales y gratuitas y la igualdad de derechos.
Su lucha contra el racismo dentro y fuera de sus fronteras, su indeclinable
solidaridad con los movimientos de liberación y pueblos de África. Y, por
supuesto, la sólida y larga amistad combatiente entre Mandela y Fidel.
Bienvenido sea el apretón de manos de Obama a Raúl si este significa que
el ocupante de la Casa Blanca iniciará los pasos para poner fin a la ilegal e
inmoral política de hostilidad y bloqueo contra Cuba.
Twitter:
@aguerraguerra
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