Brasil no contrata médicos suizos, austriacos
o americanos porque no están disponibles y son demasiado caros; y no quieren a
los cubanos porque son baratos. Sus médicos no van a la Amazonia, mas no desean
que otros lo hagan. Quién los entienda, levante la mano.
El debate en torno a la presencia de médicos
cubanos en Brasil revela dos hechos: Cuba puede participar en el programa MAS
MEDICOS porque cuenta con los profesionales para hacerlo, y la reacción contra
ellos adoptada por federaciones medicas de ese país es mezquina porque no la
originan preocupaciones científicas, sociales ni humanitarias, sino reclamos
gremiales, dinero, competencia y, en el mejor de los casos, celos absurdos.
Adicionalmente existen dos verdades: los
médicos cubanos son empleados del gobierno (en la Isla no existe la medicina
privada), y en esa condición, de modo voluntario, se integran a un programa
gubernamental basado en un arreglo según el cual continuaran percibiendo su
salario en Cuba y una asignación en divisas para gastos, deducido de lo abonado
por el Estado brasileño.
La novedad es que durante 50 años la colaboración médica cubana fue
gratuita. Antes el gobierno cubano no repartía las divisas con sus médicos porque
no las recibía. Nada se repartía porque no había nada que repartir.
No hace mucho tiempo, en el escenario de la
colaboración internacional aparecieron países con solvencia y disposición para
sufragar los servicios de salud, y solicitaron a la Isla colaboración médica
retribuida. En la medida en que el gobierno cubano recibió compensación
económica por esos trabajos, estuvo en capacidad de compartirla con los
profesionales y trabajadores.
La discusión que quieren generar los
federativos médicos brasileños gira acerca de la cuantía recibida por los
galenos cubanos, cosa que de ninguna manera les concierne. Es cierto que el
salario de los médicos y de todos los trabajadores y profesionales cubanos es
bajo, pero es asunto nuestro, y parte de una realidad social y económica y de
un proyecto que los dirigentes médicos brasileños no conocen, no comprenden, y
naturalmente no comparten.
No me extrañaría que en su momento los
profesionales cubanos reclamen, negocien y pacten con las autoridades otras
proporciones, pero en cualquier caso eso no sucederá bajo el liderazgo de los
burócratas brasileños.
Por otra parte el gobierno y la nación cubana
no tienen por qué avergonzarse de exportar mano de obra calificada y servicios
profesionales de alto valor agregado. Exportar servicios salud es tan legítimo
como vender servicios de ingeniería y software, y enviar médicos al extranjero
es tan legal y moral como enviar técnicos petroleros de Brasil a África incluso
a Cuba y cobrar por ellos. ¿Acaso Petrobras entrega a sus trabajadores en el
extranjero el ciento por ciento de los lucros que generan?
Yo, como cientos de miles de mis de
compatriotas, entre ellos médicos y maestros, trabajé en Angola por mi salario
en Cuba. En Luanda compartí un predio donde residían personas de 12 naciones,
entre ellos brasileños que, sin excepción, ganaban más que los cubanos; no
obstante, el colectivo multinacional nos respetaba y admiraba más que
criticarnos; jamás escuché de alguno una ofensa, y ninguno de nosotros se
involucró nunca en sus ingresos ni en la naturaleza de sus contratos con la
parte angolana.
No defiendo ahora al gobierno cubano que tal
vez pudiera pagar un poco más y seguramente lo hará en la medida en que sea
posible y los interesados lo reclamen, pero, en cualquier caso, es un asunto
entre ellos.
Los federativos brasileños no pueden concordar
con nuestra percepción del asunto como nosotros no concordamos con la idea de
que la salud sea un negocio; tampoco nos parece lógico que un adolescente gane
millones por dar patadas a un balón. Son puntos de vista. Allá nos vemos.
La Habana, 30 de agosto de 2013