La reciente
publicación del Índice Global del Hambre 2013, el cual ratifica que aún faltan
muchas metas por alcanzar el objetivo de llevar a cero este flagelo a nivel
mundial, despierta la preocupación generalizada de gobiernos, el sector privado
y la sociedad civil.
A pesar de que la
población subalimentada ha disminuido desde 1990, todavía 56 países atraviesan
actualmente una situación grave o muy grave por sus insuficiencias
alimentarias, lista que encabezan Eritrea, Burundi y Comoras.
Otras 16 naciones
integran el inventario: Timor Leste, Sudán, Chad, Yemen, Etiopía, Madagascar,
Zambia, Haití, República Centroafricana, Sierra Leona, Burkina Faso,
Mozambique, India, Tanzania, República del Congo y Níger.
También se incluyó a
un grupo de países que sufren carencia alimentaria grave, donde aparecen,
además, Guatemala y Bolivia.
El Índice Global del
Hambre 2013 fue elaborado por el Instituto Internacional de Investigación sobre
Políticas Alimentarias, de Estados Unidos, y la ONG irlandesa Concern
Worldwide, para mostrar que aun 870 millones de personas viven con
subalimentación crónica.
Según el documento
los conflictos armados, los desastres naturales y el alza de los precios de los
alimentos son los principales factores causantes del hambre mundial.
La combinación de
esos tres factores agrava el panorama alimentario mundial, a los que se suman
el destino de grandes volúmenes de soja y maíz a la obtención de energía, y por
consiguiente su elevado precio en el mercado internacional.
Dicho indicador tomó
en consideración el porcentaje de personas infraalimentadas, el de niños por
debajo de los cinco años que sufren carencias alimenticias y la tasa de
mortalidad infantil, también por debajo del lustro de vida.
Por regiones el
sudeste asiático y el África subsahariana son los que presentan las peores
cifras, aunque esta última con algunos avances en la disminución del hambre por
una mayor estabilidad después de las guerras civiles de la década de los 90.
Apunta el informe que
aunque el sur de Asia experimentó desde 1990 a 1995 una gran mejora, sobre todo
en lo que respecta a la nutrición infantil, la mala alimentación, el escaso
nivel educativo y el estado de exclusión sufrido por sus mujeres han impedido
mantener los logros alcanzados.
La presidenta de la
ONG alemana Welthungerhilfe, BÃñrbel Dickamnn, no quiso dejar de incluir en el
Índice la situación de los millones de refugiados que, como en el caso de
Siria, se ven obligados a abandonar los hogares porque ven amenazadas sus vidas
y no encuentran en sus destinos las estructuras necesarias para salir adelante.
FAO ASEGURA QUE HAY ALIMENTOS
PARA TODOS
El mundo tiene hoy
siete mil millones de habitantes, número que en 2050 llegará a los nueve mil
millones, un ritmo de crecimiento que funciona igual para los registros sobre
la falta de comida.
Sin embargo, el
Comité de Seguridad Alimentaria de la Organización de Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que existen suficientes alimentos
para satisfacer a esa cantidad de habitantes.
Pero la realidad es
preocupante, porque en el mundo una de cada ocho personas sufre hambre, por lo
que se torna imperioso pensar en cómo desarrollar alternativas para solucionar
este desafío.
La presidenta de ese
Comité de la FAO, Gerda Verburg, dio como causas de esa situación insuficiente
acceso a las tierras, financiamientos, conocimientos y desarrollos tecnológicos
en muchos países de Asia y África.
A ello se suman las
grandes cantidades de comida que se pierden, calculadas en un tercio de la
producción total.
Además, en muchos
países las mujeres no son tomadas en serio a pesar de que resultan responsables
de más de la mitad de la mano de obra agrícola, pero con frecuencia sufren
discriminación, pobreza y hambre.
Creado en 1974 como
órgano intergubernamental para revisar las políticas al respecto y darles
seguimiento, el Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) estima que hay garantía
de alimentos cuando todas las personas tienen siempre acceso físico, social y
económico a suficiente comida inocua y nutritiva para satisfacer sus
necesidades.
En el CSA están
representados los países miembros de Naciones Unidas, el sector privado y la
sociedad civil a través de organizaciones no gubernamentales y otros
organismos.
Para garantizar ese
derecho hace falta cambiar leyes, dar financiamientos y difundir tecnologías,
de modo tal que terminaría la hambruna de 870 millones de personas, precisó.
El CSA afirma que
“tenemos la tecnología, los conocimientos, los materiales, tenemos todo para
alimentar a los nueve mil millones de personas que seremos en 2050″.
Todo indica que se
puede hacer mucho más para mejorar tal situación y llegar a 2020 con menos
gente que en el mundo padece hambre.
Un ejemplo de ello es
lo logrado por Latinoamérica, un gran productor de alimentos y muy activo en
cuestiones relativas a la agricultura y la alimentación, que se convierte cada
día más en protagonista dentro de la agricultura, en normativas y producción de
alimentos, y también en seguridad alimentaria.
Aunque la región ha
sido criticada por destinar grandes volúmenes de soja y maíz a la obtención de
energía, recientemente se firmó un acuerdo para que la producción de
biocombustibles y de alimentos no entren en conflicto.
Dicho texto se logró
con el consenso de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, para
que se pueda aplicar a niveles regional o nacional.
¿ES POSIBLE ELIMINAR EL HAMBRE?
El hambre no
constituye una fatalidad a la que una parte de la humanidad esté predestinada;
es resultado de la injusticia, de la violación del derecho fundamental de toda
persona a disponer, en todo momento, de alimentos en cantidad y calidad
suficientes.
De acuerdo con
estadísticas de la FAO, la cifra de personas que sufren ese flagelo se
incrementó en más de mil millones durante los últimos tres años.
Según los
especialistas, el alza de los precios de los alimentos en el mercado
internacional es el principal fundamento de ese incremento, pero las causas que
provocan el hambre son numerosas y complejas
Políticas comerciales
injustas, pobreza, falta de acceso a agua potable, situación de discriminación
de la mujer, desastres naturales, violencia y conflictos armados, o pandemias,
son algunas de ellas.
Convencidos de que es
posible combatirlo atacando las causas que lo originan, el proyecto Acción
contra el Hambre trabaja en cinco áreas fundamentales: nutrición, seguridad
alimentaria, agua y saneamiento, salud, e incidencia.
En el 2000, 189
países ratificaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones
Unidas, el primero de ellos: reducir a la mitad, para el año 2015, el número de
hambrientos. No obstante, el hambre y la desnutrición infantil siguen figurando
entre los desafíos más urgentes que la comunidad internacional aún debe
afrontar.
Tales males no se
pueden combatir en tanto la mayoría de los afectados viven en pobreza, mal
social que por sí solo no explica el hambre, pero afecta al acceso a los
alimentos de las poblaciones más vulnerables.
La mayoría de los mil
200 millones de personas amenazadas por el hambre vive en una situación de
pobreza extrema, es decir, con menos de un dólar al día. Con ese ínfimo
sustento, no pueden acceder a los alimentos disponibles en el mercado ni a
recursos productivos como tierra y agua.
La pobreza alimenta
al hambre pero, también a la inversa, la desnutrición merma el desarrollo
físico e intelectual de hombres, mujeres, niños y niñas, y con ello su
capacidad productiva.
Combinar medidas de
protección social y de otro tipo para incrementar los ingresos de las familias
pobres con vista a la compra de alimentos, puede tener un efecto positivo y
estimular el desarrollo rural mediante la creación de mercados florecientes y de
oportunidades de empleo, haciendo posible un crecimiento económico equitativo.
Para reducir el
hambre, es clave un compromiso a largo plazo con la integración de la seguridad
alimentaria y de la nutrición en las políticas y los programas públicos en
general.
Sin embargo, el
incremento puede permitir aumentar los ingresos y reducir el hambre, pero un
mayor crecimiento económico podría no llegar a todos: hace falta una
distribución equitativa de los recursos.