El 80% de la Cámara, con los votos
de CiU y de toda la izquierda, respalda la ley de consultas. El Govern esconde
sus movimientos para dilatar el recurso del Estado contra el decreto de Mas
El Parlament aprueba la ley de consultas populares no
referendarias. MÒNICA TUDELA
Foto: C. MONTAÑÉS
EL PERIÓDICO
- FIDEL MASREAL / BARCELONA
DOMINGO, 21 DE SEPTIEMBRE DEL 2014
Con Escocia en la retina, y pese al no a la
independencia conocido ayer, los nacionalistas catalanes y la izquierda se
aunaron en el Parlament para vivir uno de los llamados días
históricos en el camino hacia la consulta; un camino que, como el del
Estatut, puede tener los días contados si el Estado cumple su promesa de
cercenar de inmediato la ley de consultas aprobada en la Cámara
catalana con una amplísima mayoría y con altas dosis de emoción entre los
presentes y los centenares de independentistas convocados por la Assemblea
Nacional Catalana a las puertas de la sede parlamentaria.
«Estamos en un terreno desconocido -reconocía Artur Mas en una
comparecencia a primer ahora de la tarde para presionar de nuevo al Gobierno de Mariano
Rajoy a cuenta del proceso escocés-, porque no lo habíamos abierto en
siglos. Pero ahora lo es menos porque una antigua nación de la UE se ha puesto
de acuerdo», explicó. Terreno desconocido que el president y su
Govern hacen aún más ignoto al no desvelar cuándo se firmará el decreto de
convocatoria de la consulta. Juegan al gato y el ratón con el Gobierno en una
táctica que, todos reconocen, es más bien minúscula respecto al reto de fondo.
Pero, ¿qué hizo posible que fuerzas tan alejadas entre sí como elPSC, la CUP, CiU e ICV-EUiA se
sintieran en el Parlament por unos minutos todos vencedores? En primer lugar,
el avance democrático que representa una ley que permite a los ciudadanos
convocar consultas sin permiso de las instituciones y avanza en sistemas de
garantías democráticas y participación en tiempos en los que, como afirmó el
diputado de la CUP Quim Arrufat, existe un auténtico «abismo» entre la
población y sus instituciones.
El otro elemento de unión es, sin duda, el 9-N. Pero eso ya
descuelga al PSC del acuerdo, con lo que ayer los partidarios de la pregunta
independentista se centraron en hacer elogios del ejercicio del voto sin entrar
en lo que les separa y los socialistas marcaron distancias sobre la
convocatoria de noviembre. ERC evitó en todo momento poner de nuevo en apuros a
CiU respecto a la desobediencia. Y eso que el líder de Unió, Josep Antoni
Duran Lleida, lanzó de nuevo mensajes críticos contra los socios republicanos.
ICV-EUiA presionó en favor de la consulta sin elecciones plebiscitarias
como sustitutivo. Y una consulta, subrayó Dolors Camats, «con todas las
garantías», con lo que regresaba a la casilla en la que está ahora el
conflicto: ¿se puede llegar al 9-N desobedeciendo al Estado? Imposible, vino a
decir el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que en un vídeo grabado, sin
preguntas, reiteró su actitud de rechazo total a la consulta. El Gobierno del
PP, que lleva días preparando la respuesta inmediata a los próximos pasos hacia
el 9-N, tomó el no escocés como argumento contra las pretensiones
secesionistas en Europa y cargó contra la división que generan este tipo de
iniciativas si prosperan.
El PP catalán y Ciutadans se encargaron ayer de seguir esta estela,
hablando en el Parlament muy poco de lo que se estaba debatiendo (la ley que
permite consultar a los ciudadanos sobre cualquier asunto de su interés) y
mucho de división, fractura y otras graves consecuencias del llamado proceso
soberanista. Todo ello en un un tono especialmente sarcástico, agresivo y a
ratos faltón.
En respuesta a Rajoy, Mas le pidió que Catalunya no sea menos que
Escocia. Tuvo que admitir ayer que Escocia no abrirá camino en las
instituciones europeas para resolver el encaje de un nuevo Estado surgido de un
país miembro, pero agregó, en tono positivo, que quizá será Catalunya la que
abra esa vía.
Reinó el tono positivo y emotivo en la Cámara, con representantes de la ANC,
expresidentes del Parlament y la ausencia notable de Jordi Pujol. Como positivo
y emotivo fue el discurso del convergente Josep Rull que había sido padre por
segunda vez horas antes y que habló de la ley de consultas como un parto. Rull
acabó solemne: «No pediremos permiso ni perdón». No dio más pistas sobre la
gran cuestión, la que la prensa extranjera también preguntó sin éxito a Mas
horas antes: ¿habrá desafío a la legalidad estatal?
Se emocionó hasta la lágrima David Fernández, de la CUP, al aplaudir la
aprobación de la ley, paladeando la vía de la desobediencia que también esgrime
ERC. CiU, entretanto, nada entre la alegría y la preocupación, desasosegada
ante la dimensión desconocida en la que se ha entrado y las dudas sobre si Mas
podrá mantener asido el timón.