Observadores presuntamente
enterados comentan que al implicarse en el descontento político imperante en
Hong Kong, donde desde el pasado 28 de septiembre miles de manifestantes
reclaman avances en la democratización de la política local, Estados Unidos abre
un frente oriental, el tercero después de Siria y Ucrania.
Constituida por una península,
200 islas y una porción de territorio continental, Hong Kong, una Región
Administrativa Especial (RAE), principal plaza financiera de China y segunda de
Asia, aporta al PIB del país más de 2 000 millones de dólares. Aunque
minúscula, la isla es un gonfalón de la economía mundial, icono de la
prosperidad asiática, caracterizada por pequeños territorios que alcanzan
notable relevancia económica.
Hong Kong fue colonia
británica durante 155 años, desde 1842 hasta 1997 cuando fue restituida a
China. Aunque las reclamaciones del Gigante Asiático estuvieron siempre
presentes, en 1982 se llevaron a cabo negociaciones entre Den Xiaoping y el
gobierno de Margaret Thacher que, en 1997, condujeron a la devolución del
territorio a la República Popular China.
Desde el pasado 27 de
septiembre no han cesado las manifestaciones callejeras que rápidamente se han
radicalizado, y pueden obligar al gobierno central a ceder a las demandas, cosa
para muchos improbable, a permitir las manifestaciones hasta que agotados los
demandantes cesen sus reclamos, o a reprimir, cosa que no parece ser una opción
para las autoridades locales ni nacionales.
QUIÉNES SON
Según se afirma originalmente
se trató de estudiantes universitarios, muchos de los cuales no habían nacido o
eran niños cuando en 1997 el socialismo llegó a Hong Kong, o más bien la isla
fue incorporada a la órbita del socialismo con características chinas.
Paulatinamente a las manifestaciones se han sumado profesores, empleados, y
pobladores en general, que demandan de las autoridades centrales un status
político no alcanzado por sus compatriotas del continente.
QUÉ RECLAMAN
Con una población de unos 7,2
millones de habitantes que promedian
niveles de vida y confort superiores a los del resto del país, y que
debido a la fórmula: “Un país dos sistemas” disfrutan a la vez de las
prerrogativas del capitalismo liberal y de las bienhechurías del socialismo,
reclaman una “reforma electoral” que permita la postulación y elección directa
del gobernador de la isla, lo que conllevaría a una democratización sin
precedentes de la política local.
De ese modo pudieran surgir
premisas para la instalación de un liderazgo con expectativas diferentes a las
de Beijing, y tal vez contagiar a otras localidades que, mediante las reformas
en curso, han alcanzado una relevancia económica extraordinaria.
Aunque, según lo prometido en
las elecciones programadas para 2017 el jefe del ejecutivo isleño será elegido
por voto directo de los ciudadanos, los candidatos tendrán que ser previamente
aprobados por el gobierno central, cosa rechazada por el sector de la opinión
pública que ha salido a las calles.
Como suele ocurrir, tal vez
los organizadores de las protestas exageran al calcular en unos 100 000 los
manifestantes, mientras las autoridades se quedan cortas al referirse a ellos
como a “pequeños grupos”.
El hecho de que el movimiento,
cuyo liderazgo visible está formado por jóvenes estudiantes, algunos de los
cuales, según se afirma, han participado en seminarios organizados por ONG
vinculadas a Estados Unidos y que el movimiento haya asumido una identidad de
“Occupy Central”, terminología que lo homologa
a otros similares en occidente, especialmente de Estados Unidos, lo hace
sospechoso.
Según trascendidos, los
participantes en estos seminarios son entrenados para el activismo político y
motivados para la promoción de cambios democráticos, indicándoles además las
tácticas de lucha. Según algunos medios que probablemente sobrestimaban las
capacidades norteamericanas, Estados Unidos pudiera intentar desestabilizar a
China comenzado por Hong Kong.
Comparado con el resto del
país de 9.571.300 km² y 1 300 millones de habitantes, con sus 1,108 km²
cuadrados y sus 7,2 millones de habitantes, Hong Kong es una especie de
“pulgarcito” que sin embargo, por su particular e histórica relación con
occidente, tiene un potencial mediático que supera a cualquier otra región
del país.
El gobierno chino ha advertido
que todos los asuntos de Hong Kong son
cuestiones internas de China que no tolerará ningún tipo de injerencia externa.
Al respecto, el ministro de exteriores, de visita en Washington fue enfático.
En cualquier caso se trata de
una mala noticia que añade preocupaciones en un mundo en el cual la
inestabilidad parece haberse convertido en regla. Hong Kong, como todos,
necesitamos paz. Allá vemos.
La Habana, 03 de octubre de
2014