"España es
capaz de apoyar que al rey se le adecente su yate mientras rebuscamos en la
basura". @ActualidadRT
RT - 14 ago 2015 11:16 GMT Por Ricardo García-Lillo
Morales
España es una monarquía parlamentaria. Esto quiere decir que nuestro
jefe del Estado es un tipo procedente de un determinado linaje, varón a ser
posible, cuyo cargo es vitalicio, y cuya función es meramente representativa,
puesto que está controlada por el poder ejecutivo y legislativo.
Es, además, una monarquía que procede de la imposición de Francisco
Franco, caudillo de España "por la gracia de Dios", que lo dejó
dispuesto todo antes de morir para que el por entonces príncipe Juan Carlos de
Borbón le sucediera. Este modelo de Estado fue luego refrendado en la
constitución de 1978 en un 'pack' de todo o nada.
Entonces, ¿por qué mantenemos aún a este señor y a su extensísima
familia ahí viviendo de la sopa boba? Por tradición, indudablemente. En España
si hay algo que respetamos son las tradiciones, por muy absurdas y retrógradas
que puedan ser; amamos esas pequeñas estupideces que cualquier país avanzado
desecharía por anacrónicas, y la monarquía es la mayor de ellas.
Porque a los españoles nos cae bien cualquiera que tenga algún título nobiliario
que sea "cercano" al pueblo, aunque sea desde su carroza con
corceles. Tenemos alma de vasallo y nos palpita el corazón con fuerza cuando
leemos en alguna revista amarillista que esos grandes personajes de la alta
sociedad viven sus aventuras y desventuras como cualquier hijo de vecino.
Ansiamos noticias de los más nimios sucesos siempre y cuando sean de esa
nobleza que brilla con luz propia, y se nos cae la baba si nuestro rey tiene a
bien visitar nuestra ciudad; allá por donde pasa se le agasaja con regalos y
parabienes. Nos encanta la farándula, sabemos apreciar la distinción y clase
que da un gran séquito, y somos capaces de apoyar que a nuestro rey se le
adecente su yate mientras rebuscamos en la basura por un mendrugo de
pan, pero supongo que el encanto de la monarquía hace distinguidos los
harapos de sus súbditos.
Somos un país de pandereta; a un monárquico se le puede explicar una y
mil veces que en una república ese señor que tan campechano e importante le
parece puede presentarse a las elecciones a presidente y ganarlas, que la
diferencia es que será elegido por el pueblo si este así lo quiere, que él dirá
que no, que quiere un rey, ¿por qué? Porque en el fondo somos un país inculto y
acostumbrado al sometimiento.
Somos vulgo, urbanitas iletrados en busca de seres superiores que nos
lideren a nosotros, su rebaño. La constitución actual, ideada, con buen
criterio en su mayoría, para una transición a la democracia, quedó obsoleta
hace años, y nos mantiene en una forma de Estado ridícula por un extraño
empecinamiento de la mayoría, y sí, digo bien, la mayoría de los españoles (un
80% aprueba el modo en que Felipe VI realiza
sus funciones, sean estas cuales sean) que no atiende a razones y quieren ser
vasallos de un rey.
El gasto que produce el mantener la monarquía se desconoce puesto que
sale de partidas de varios ministerios, aparte de los 7,7 millones de euros que
se dedican de los presupuestos generales del Estado y que Felipe VI reparte
según su criterio personal entre los miembros de la familia real. Además
nuestro rey mantiene la inviolabilidad en su persona que implica una total
exoneración de responsabilidad en todos los ámbitos: penal, judicial, fiscal…
Tengo la terrible sensación de que cualquier día se restituirá el
derecho de pernada, y los españolitos aplaudiremos con las orejas, henchidos de
orgullo por tan distinguida atención.