El presidente de EEUU insta a castigar en las urnas a los
congresistas que frustran la aprobación de normas para un mayor control. "El
lobi de las armas no puede secuestrar a todo el país", asegura el
mandatario en una emocionante intervención
Al presidente
Obama se le escapan las lágrimas durante su discurso anti violencia, hoy en la
Casa Blanca. REUTERS /
CARLOS BARRIA
El Periódico
- IDOYA NOAIN / NUEVA YORK
MARTES, 5 DE ENERO DEL 2016 - 23:38 CET
No estará en las papeletas en las elecciones de noviembre y en su octavo
y último año de mandato seguirá limitado por un Congreso controlado por los
republicanos. Pero al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le
quedan aún muchas herramientas
para hacer política. Y campaña.
Este martes, al anunciar nuevas medidas destinadas a limitar la violencia
con armas de fuego adoptadas haciendo uso de su poder Ejecutivo ante la
parálisis del Congreso, Obama ha tirado de sentido común y de emoción, de lágrimas y
de racionalidad, de mensaje moral y de mensaje electoral. De hecho, ha
instado a castigar en las urnas a los congresistas que en los últimos años han
frenado los empeños por una auténtica y profunda remodelación de las leyes que
regulan el acceso a las armas de fuego, en la práctica totalidad de adscripción
republicana.
“El lobi de las armas puede tener
secuestrado al Congreso pero no puede secuestrar a América. No tenemos que
aceptar esta carnicería como precio de la libertad”, ha dicho.
LÁGRIMAS Y SENTIDO COMÚN
Obama hablaba en la sala este de la Casa Blanca, rodeado
de víctimas y familiares de víctimas de armas de fuego en todo tipo de
incidentes, incluyendo matanzas como la de Newtown (Connecticut). El
recordatorio de ese tiroteo le ha llevado a emocionarse y llorar abiertamente
pero también a expresar su rabia. “Me enfado cada vez que pienso en esos
niños”, ha dicho en referencia a los 20 alumnos de la escuela Sandy Hook de
entre seis y siete años que murieron en una masacre con 27 víctimas.
Su discurso, pese a las emociones abiertas, ha apelado también con
fuerza a la racionalidad y la legalidad. “Entendemos que hay ciertas limitaciones
en nuestra libertad para proteger gente inocente”, ha asegurado el mandatario,
recordando que cree y respeta la segunda enmienda, que garantiza el derecho a
portar armas, pero apuntando también a que la ciudadanía acepta hacer
excepciones en derechos reconocidos en otras enmiendas de la Constitución, ya
sea a la libertad de expresión o la privacidad.
MEDIDAS MODESTAS
Obama ha tirado también de lógica aplastante. Al anunciar medidas como
un refuerzo de la tecnología de seguridad en las armas de fuego, por ejemplo,
ha señalado que si se colocan tapas en los botes de aspirinas para que un niño
no pueda abrirlos “tenemos que asegurarnos de un niño no puede apretar un
gatillo”.
Esa es solo una de las diez
iniciativas que se incluyen en esta ronda de medidas, que
incluyen desde ampliar el número de vendedores de armas que deberán
obtener licencia y estudiar los historiales de sus compradores hasta
fichar a nuevos empleados en el FBI para agilizar la tramitación de esos
historiales o incrementar la ayuda para el tratamiento de enfermedades
mentales. Y aunque Obama es consciente, como los analistas, del modesto
alcance y limitado efecto que tendrá el nuevo paquete normativo, su
decreto es una manera de volver a colocar el debate sobre las armas en el primer
plano político.
Lo ha conseguido. Antes incluso de que el presidente terminara de
hablar, Paul Ryan, portavoz de la Cámara baja y el más alto cargo electo
republicano, emitió un comunicado denunciando que las “palabras y acciones (de
Obama) equivalen a una forma de intimidación que mina la libertad” y anunció
que las medidas “serán sin duda retadas en los tribunales y pueden ser anuladas
por un presidente republicano”.
Y mientras Hillary Clinton defendía a Obama, candidatos
conservadores como Ted Cruz y Jeb Bush prometían combatir las acciones
ejecutivas del presidente.
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