Editado por Martha Ríos
- RHC - 05
de febrero de 2016
En 1999 se
inauguró un bello pórtico en el barrio chino de La Habana.
Por Marta Gómez Ferrals/ACN
Quince días antes de su
advenimiento comenzaron en varios puntos de La Habana los festejos por la
Fiesta de la Primavera o el Año Nuevo Lunar Chino, a iniciarse el ocho de
febrero próximo.
En esta ocasión las
celebraciones se efectúan bajo la regencia del Mono Rojo de Fuego.
Esto puede parecer algo
insólito para quien no esté al tanto de la historia del país o sea un visitante
de paso, pues en muchos lugares de la Isla no se aprecia vínculo visible alguno
con la milenaria cultura.
Con ir al afamado Barrio
Chino de La Habana, en las cercanías del Centro Histórico de la capital, allá
por las calles Zanja y Dragones, tampoco se resuelve totalmente el misterio. El
pintoresco y dinámico sitio no dice mucho en su arquitectura y en la fisonomía
de las personas que pululan por sus calles sobre las razones de tal apelativo y
de esas fiestas.
Sin embargo, unos 20 mil
descendientes de nativos de la lejana China y poco más de 100 auténticos
ciudadanos de ese país, en su mayoría sobrevivientes de antiguas migraciones,
forman parte de la actual realidad cubana, de acuerdo con datos ofrecidos por
el Censo Nacional de 2012.
Los que son cubanos y por lo
general tienen una clara conciencia de sus raíces, tanto autóctonas como
foráneas, y las aman o se consagran a aprenderlas.
Los rasgos corporales
asiáticos son más visibles en unos que en otros, porque la mezcla de sus
ancestros con el resto de la población ha sido larga y continúa todavía. Pero
casi siempre el “sello chino” es muy identificable para los demás coterráneos,
por muy lejano que esté en el tiempo.
Es cierto que los festejos
más sonados en Cuba por el Año Nuevo Lunar, una costumbre adquirida hace
relativamente poco tiempo, son los del Barrio de La Habana, se afirma que hay
otros asentamientos activos en las provincias de Matanzas y Holguín.
Pero se diría que en todo el
país, el cubano que no lo lleva ha conocido a una buena amiga o amigo, un
profesor o antiguo comerciante o vendedor de hortalizas que llevara uno de esos
sonoros y monosilábicos apellidos. Hay más, en las luchas por la independencia
iniciadas en la segunda mitad del siglo XIX hubo combatientes chinos auténticos
de gran valía.
Verdad es que el Barrio Chino
de la capital cubana no se parece al de otros tiempos. Pero ha venido renaciendo
desde que en la década de los años 90 del pasado siglo se fundó un Grupo
Promotor –que se mantiene con ese nombre- de esa comunidad, dedicado a esos
fines.
A partir de ahí se dieron los
primeros pasos que se necesitaban. Comenzó la reconstruyeron y revitalización
algunas de sus viejas instalaciones, como restaurantes, el asilo se convirtió
en Hogar de ancianos y se crearon nuevos comercios.
En 1999 se inauguró un bello
pórtico revestido de granito gris y techumbre de cerámica laqueada, diseñado y
construido por artistas chinos, y hecho con materiales de esa lejana tierra.
Una bella donación de la
embajada de ese país, constancia de amistad y respeto por la historia común
protagonizada por miles de habitantes de ambos países.
A tantos años de esas primicias,
en días corrientes existen también y con una obra muy visible, la Escuela
Cubana de Washu, el Instituto Confucio de la Universidad de La Habana, la
Federación Casino Cheng Wah y la Casa de Arte y Tradiciones Chinas, todas con
un papel protagónico en la programación de los vistosos festejos del Año Nuevo
Lunar, que se extenderá hasta el 27 de enero de 2017.
Se observa un marcado acento
histórico-cultural, con relieve en la enseñanza de deportes y artes marciales
en este actual Barrio Chino del nuevo milenio, aunque para nada se desdeñan
otras tradiciones como los comercios y la gastronomía china, en versiones
adaptadas al gusto del criollo y la enseñanza del idioma chino por parte de
profesores nativos.
No faltará tampoco este año
que regirá el positivo y energético Mono, según tradición de la cultura china,
los esperados desfiles de Dragones, Leones y Pavos Reales, que estarán en el
centro de la celebración, junto a exposiciones, talleres, conferencias, ventas
de libros, artesanías y actuaciones de teatro y ópera, algunos de ellos
representados por auténticos artistas de ese hermoso país, venidos expresamente
para participar en la fiesta cubana.
La historia dice que los
primeros emigrantes chinos llegaron a Cuba a partir de 1847, a tenor de un
oneroso contrato bajo engaño y casi en condiciones de esclavitud. Venían a
sustituir el trabajo esclavo en faenas agrícolas en años en que el tráfico
internacional de negros esclavos era muy perseguido y costoso para la
metrópoli.
Muchos se suicidaron y los
que sobrevivieron al término de sus “contratos” de ocho años se fueron
integrando a las clases más humildes de la vida nacional.
En 1877 finalizó esa
denigrante forma de contratación por decreto. Sin embargo, la emigración seguía
autorizada y continuaron arribando chinos pobres.
Como esas primaras
migraciones que incluso llegaron a alcanzar la cifra de 150 mil personas eran
netamente masculinas, muchos chinos comenzaron a buscar pareja entre las
mujeres cubanas. Principalmente fundaron hogares con mestizas, además de
mujeres blancas en menor medida.
Un verdadero vuelvo a las
características de las actividades y vida de los nativos de China comenzó a
darse a partir de 1869, con la llegada de los llamados “chinos californianos”,
procedentes en su mayoría de San Francisco, EE.UU., quienes vinieron a invertir
dinero en negocios. Empezaron a aparecer negocios y sociedades que
agrupaban a sus compatriotas. Algunas fueron de socorro.
Esto hizo que se iniciara el
florecimiento del Barrio Chino de La Habana a partir de 1870. Llegó a alcanzar
un auge inusitado hacia 1930, etapa en la que ya residían en Cuba 24 mil chinos
libres.
Se creó entre ellos una
pequeña y mediana burguesía dedicada a variados negocios, al mantenimiento de
sus costumbres, a la importación de mercadería de su tierra.
Establecimientos como
expendios de alimentos, lavanderías, teatros, cines, farmacias y restaurantes,
así como almacenes daban el sello a esta pujante comunidad que se estaba
haciendo autosuficiente.
Pero hubo quien se dedicó a
los negocios ilícitos y la introducción de drogas. Eran otros tiempos, ya
pasados, de los que quedan buenos y no tan buenos recuerdos. Y estaban en
sintonía con la sociedad cubana de antaño.
La Fiesta de la Primavera
tiene entonces su razón de ser en esta isla del Caribe. Su exotismo aparente se
entronca allá en la noche de la historia nacional, con la sangre y la cultura
cubana.
(Tomado
de Cubasí)