REPORTAJE
EXCLUSIVO A LEONARDO BOFF, UNO DE LOS CREADORES DE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION
Sacerdote franciscano hasta 1992, Boff concedió un reportaje a este
diario, donde narró su propia experiencia frente a la Inquisición y cuestionó
el rumbo de Brasil y la Argentina por la subordinación a los capitales
transnacionalizados.
Por Martín Granovsky
Este tipo alto y bonachón de
77 años que conversa con Página/12 sobre su preocupación por Brasil y la
Argentina es el mismo que en 1992 decidió dejar los hábitos cuando era
sacerdote franciscano y el Vaticano amenazaba con ordenarle otra vez lo que ya
había sufrido en 1985: el silencio. Y el silencio no era la especialidad de uno
de los fundadores de la Teología para la Liberación.
Callarse sigue sin gustarle.
Boff recibe a este diario en un hotel sencillo de Palermo. Al mediodía estuvo
conversando con Hebe Bonafini en el programa radial del ex embajador en el
Vaticano Eduardo Valdés, amigo suyo, por la 750. A las cinco de la tarde de un
domingo rabioso y olímpico Boff debe ser el único ser humano que no mira tenis
por televisión. Llega la fotógrafa del diario. Mientras posa le cuenta que hace
muchos años explicó qué era la mística delante de un fotógrafo de O Globo.
Cuando cruzó los brazos, quedó en posición de corte de mangas.
–Escribieron que yo había
dado banana al Papa –narra Boff con cara divertida–. ¿Acá se dice así?
–No, pero usamos mucho el
gesto.
–Por supuesto publicaron esa
foto.
–¿Y era verdad que usted le
dio banana al Papa?
–Ja, ja, no. Me hubiera
gustado, pero no podía. En ese momento Juan Pablo II ya me había impuesto
silencio.
El Vaticano no lo silenció de
cualquier modo. En 1985 lo condenó al silencio cuando todavía era sacerdote.
Antes lo juzgó el jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como se
llama ahora la vieja Inquisición. Era Joseph Ratzinger, quien en 2005 sería
entronizado Papa como Benedicto XVI.
–El edificio está a la
izquierda de la gran plaza para quien va en dirección de la Basílica de San Pedro.
Fue una experiencia terrorífica. Entre por un largo corredor al que daban
pasillos con alfombras rojas. En un momento vi al fondo una puerta muy pequeña.
Me agaché porque sentí que no entraría erguido. Es una zona oscura y tenebrosa.
El cardenal estaba sentado en su lugar, sobre una tarima a medio metro del
piso. Todo claro: él estaba por encima mío. Al costado ya se había ubicado el
notario. A mí me sentaron en la misma silla donde estuvo sentado Galileo
Galilei, y no es una metáfora: era la misma silla. El interrogatorio fue duro.
El cardenal Ratzinger aceptó que en una parte yo pudiera hablar con él junto
con dos cardenales brasileños, Paulo Evaristo Arns y Aloisio Lorscheider.
–Eligió dos cardenales
progresistas.
–Sí, en un momento éramos
tres contra uno. Le dijeron que la teología escrita por mí era buena para las
comunidades. Ratzinger había escrito criticándola. Uno de los cardenales le
dijo que lo suyo había sido como elegir a un gramático y no a un ingeniero para
construir un puente. “Venga a Fortaleza, hable con los campesinos, rece con
ellos y con nosotros, participe de nuestras celebraciones y después opine”, le
propuso. Ratzinger temblaba. “No puedo hacerlo, no es la tradición del Santo
Oficio salir de aquí.” Psicológicamente es muy fuerte porque para cada uno la
Iglesia representa toda una historia y uno entonces puede sentirse solo y
abandonado. Llevé el apoyo escrito de 100 mil personas en todo el mundo,
incluyendo a un cardenal coreano y a otro filipino.
Mi causa era justa: la de los
pobres del mundo. Sigue siendo la misma. Si no, mire lo que pasa en el
continente.
–O por golpe como en Brasil o
por el voto como en la Argentina, en América Latina avanzan los procesos
neoconservadores. ¿Por qué?
–Hay una nueva guerra fría
que se libra entre los Estados Unidos y China. China está entrando en América
Latina y Brasil pertenece a los BRICS. Entonces al atacar a Brasil atacan a
China y a sus enormes inversiones: solo el año pasado invirtió 54 mil millones
de dólares para el ferrocarril que une el Atlántico con el Pacífico. También
invirtió en puertos e infraestructura, obviamente para favorecer las
exportaciones a China.
–¿Y qué quieren según usted
los Estados Unidos?
–Ven mal el avance de las
relaciones con China, porque ellos quieren controlar el continente. La idea
llave del Pentágono es doble. Por un lado, un solo mundo, un solo imperio. Por
el otro, cubrir todos los espacios. A nosotros nos asusta mucho que los Estados
Unidos negocien con Mauricio Macri dos bases militares, una en la Patagonia y otra
en los límites entre Brasil, Paraguay y la Argentina, cerca del acuífero de
agua dulce más grande del mundo.
–¿Es cierto que el Papa dijo
que el proceso golpista en Brasil es “obra de los capitalistas”?
–El Papa se acercó mucho a
Dilma y Dilma se entusiasmó mucho con él. Siempre buscó saludarlo en cada viaje
a Europa. Pero además el Movimiento Sin Tierra tiene el apoyo del Papa. En uno
de los viajes al Vaticano a los dirigentes los acompañó una actriz brasileña,
Leticia Sabatella. Letizia contó la situación y dijo que lo principal era
defender la democracia, porque atacar a Dilma era atacar la democracia y la
vulneración de la democracia, dijo ella, traería formas violentas de represión
social. Al escucharla el Papa le dijo: “Es obra del capitalismo. Del
capitalismo de Brasil y del capitalismo transnacional”.
–¿Qué cosa querrían hacer los
capitalistas que no pudieron hacer antes y necesitan gobiernos conservadores?
–Creo que el Papa ha visto
que el neoliberalismo que da más valor al mercado que al bien común produce una
gran marginación y una gran pobreza. Los 40 millones que fueron sacados del
hambre en Brasil comienzan a volver a su situación original. En Brasil, como se
sabe, el vice que quedó como presidente interino despidió al gabinete de Dilma
y atacó el ministerio de bienestar social y la reforma agraria. Los proyectos
sociales tienen cada vez menos financiamiento. Cultura pasó de ministerio a una
subsecretaría en Comunicación. La mitad del subsidio a las universidades
públicas la cortó Temer. El Papa entendió, a mi criterio, que el golpe
parlamentario sin bayonetas busca el mismo efecto que antes buscaba el golpe
militar: reforzar un grupo de los grandes capitalistas nacionales articulado
con los capitalistas transnacionales en función de una acumulación mayor, lo
cual se haría privatizando los bienes nacionales. La producción sería para la
exportación. Hay un proyecto de recolonizar América Latina para hacerla cada
vez más una zona que exporte commodities y no agregue valor a sus productos.
Que exportemos materias primas puras. Soja o minerales, lo que sea... América
Latina suministraría bienes que en otros sitios no hay. Brasil tiene más de 70
millones de hectáreas para producir. Solo Brasil podría saciar el hambre de
todo el mundo. Y nos sobra el agua. Eso caería bajo control del gran capital
privatizado o internacionalizado.
El Papa se da cuenta del
fenómeno y de que los pobres volverán a la miseria y el hambre. Thomas Piketty,
que escribió el libro sobre el capital en el siglo XXI, dice que donde entran
relaciones sociales del capital lo primero que aparece es la desigualdad. El
capital es bueno para el enriquecimiento y malo para la distribución y la justicia
social. Es la fase última de la acumulación capitalista. Hay investigaciones
muy interesantes del economista Ladislao Dowbor.
Uno de sus artículos resumía
una investigación suiza que revelaba la existencia de 737 megacorporaciones
controlando el 87 por ciento de los flujos económicos y financieros del mundo.
Ellos deciden dónde hacer inversiones, dónde robar riquezas y dólares, qué
partidos apoyar y qué gobiernos desestabilizar. Paraguay, Honduras, Brasil. La
tendencia también se confirma con las políticas de Mauricio Macri.
En la Argentina el Estado
asume una política privatista y no discute más con la sociedad. Habla con las
empresas. A finales del socialismo y más aún cuando cayó, Ronald Reagan y otros
presidentes se propusieron aplicar el capitalismo puro, porque ya no hacía
falta balancear nada. No hay sociedad sino individuos. Y los individuos se
comen a los otros, no coopera entre ellos. José Graziano, director de la FAO,
informó que hasta la crisis de 2008 había 800 millones de hambrientos y ahora hay
cerca de mil millones. La acumulación de la riqueza se concentra en un polo
cada vez más pequeño.
–¿Por qué mencionó
especialmente a Macri en su descripción?
–Porque uno no puede analizar
la Argentina o Brasil solo desde uno de los dos países ni analizar a los dos
países más grandes de Sudamérica sin analizar el intento de los Estados Unidos
de alinear a los países dentro de la estrategia imperial. Brasil tiene un
mercado de más de 200 millones de habitantes. En 13 años de PT en el poder
quedó demostrado que hay dos proyectos en juego. Los dos quieren ser
democráticos. Pero la democracia neoliberal es para pocos. Hace políticas ricas
para los ricos y pobres para los pobres.
–En el relato sobre la visita
de Leticia Sabatella usted citaba cuántos ultrarricos hay en Brasil.
–Siempre recuerdo esa cifra:
71.440 super ricos que controlan más de la mitad del Producto Bruto Interno.
Sobre 210 millones de habitantes. El Banco Mundial ya dijo que la acumulación
más grande del capital se hace en Brasil. Son los capitalistas más
antipopulares y más antisociales, tienen gran parte de las fortunas afuera, en
paraísos fiscales, y operan por sociedades off shore. Es un ejemplo,
justamente, de los dos tipos de democracia. La reducida, de Estado mínimo y
mercado máximo, con el ataque a los proyectos sociales. El otro tipo de
democracia, que en Brasil fue el de Lula, es el de democracia inclusiva,
abierta a todos. El de los 71.440 super ricos es un dato del IPEA, el Instituto
de Pesquisa Económica Aplicada. Es muy serio. La correlación mundial de fuerzas
no permite que podamos impedir la acumulación del capital. Pero al menos
podemos ponerle algún límite. Debemos hacerlo.