Jorge Gómez Barata
Fanfarrias aparte, la verdadera novedad del XIX Congreso del
Partido Comunista Chino es que no hubo novedad. Todo lo ocurrido era predecible.
Esa fue su virtud. En los grandes procesos políticos estabilidad, continuidad y
políticas consecuentes son virtudes.
El XIX Congreso del Partido Comunista Chino además del
liderazgo de Xi Jinping, ratificó la política adoptada a fines de los años
setenta bajo el gobierno de Deng Xiaoping, que no solo ha permitido preservar
el socialismo, sino reformarlo, alcanzar estabilidad interna, y reforzar la
cohesión social. Esa estrategia que se consolida y profundiza de una
administración a otra, ha convertido a China en la segunda economía mundial, y
asegurado la cohesión y la estabilidad interna.
El inicio de las reformas chinas hace unos cuarenta años
estuvo precedido por un hándicap formado por la ruptura con la Unión Soviética
a finales de la década de los cincuenta del siglo XX, un período de crisis e
inestabilidad derivados de aventuras como el Gran Salto Adelante (1958-1961),
la Revolución Cultural Proletaria (1966-1976), y también por la apertura
política y la aproximación a occidente iniciada en 1972 con la visita del
presidente Richard Nixon a China.
Después de sucesivas depuraciones, que en cada caso afectaron
a miles de cuadros de diferentes facciones y elevados estándares, incluido Deng
Xiaoping, a la muerte de Mao Zedong en 1976, ascendió a los primeros planos una
camarilla encabezada por Jiang Qinq, viuda del líder, conocida como la “Banda
de los Cuatro”, a los cuales Hua Guofeng, designado sustituto por Mao hizo
arrestar, juzgar y condenar.
Con el encumbramiento de Deng en 1978 se iniciaron las
reformas que abrieron un largo período de estabilidad, crecimiento económico, y
progreso, impulsado por la tercera generación de líderes sucesores de Deng
Xiaoping: Jiang Zemin (1998-2002), Hu Jintao (2002- 2012), y Xi Jinping, que
conduce el país desde 2013 y acaba de ser relecto para otros cinco años.
Aunque con pugnas, avatares, y contradicciones, estos cuatro
secretarios generales han liderado con firmeza, serenidad, y audacia las
reformas económicas, y ratificado la renovada proyección internacional del país
durante cuarenta años, encabezando una larga era de estabilidad y prosperidad
que ha convertido a la República Popular China en la segunda economía mundial,
en un referente, y en un relevante actor en las relaciones internacionales.
Además de la constancia y la continuidad, una de las
enseñanzas de las reformas en China es la unidad del partido y la dirección
política, que sin fisuras ni oposición abierta o sutil, apoyan los cambios en
la economía y la proyección política del país.
En ese clima de coherencia, unidad, y optimismo se efectuó el
XIX Congreso, que proyectó una formidable imagen de un país consolidado por su
realismo y capacidad para reformar el modelo económico socialista, sintonizar
el país con las principales tendencias de la economía y la política global, y
avanzar hacia horizontes previstos. Cuarenta años de reforma ofrecen un
resultado. Allá nos vemos.
La Habana, 27 de octubre de 2017
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