Jorge Gómez
Barata
Los cambios de mentalidad, paciente y firmemente promovidos
por el presidente Raúl Castro como parte de las reformas destinada a mejorar el
desempeño del proyecto socialista cubano para hacerlo económicamente eficaz,
ideológicamente inclusivo y políticamente democrático, hicieron posible los
debates del Proyecto de Reforma Constitucional en el parlamento.
La apertura informativa que significó la trasmisión de las
sesiones por radio y televisión en tiempo real, permitió al país acompañar el
más significativo evento parlamentario en toda la historia nacional y descubrir
el nuevo rostro de un parlamento cuya labor durante 40 años estuvo signada por
la formalidad y la mala práctica de consagrarse casi exclusivamente a ratificar
decisiones tomadas de antemano.
Durante varios días de labor, en los cuales se realizaron
cientos de intervenciones sobre otros tantos artículos los diputados
convirtieron el trabajo de la Comisión Redactora presidida por Raúl Castro en
un proyecto de Constitución que, una vez concluido, sintonizará el proceso
político cubano en su fase y actual y futura actual con las realidades
nacionales, los condicionamientos internacionales y con la contemporaneidad.
Ningún proyecto político crece mirando al pasado ni persiguiendo quimeras.
Las reformas en curso y que aún no han tocado algunos puntos
nodales, se hicieron necesarias no porque lo realizado anteriormente en la
construcción del modelo económico, la institucionalidad y el sistema político,
hubieran sido erróneamente concebidos sino porque, una vez desempeñado su
papel, deberían ser actualizados o cambiados ajustando el proceso
revolucionario a nuevas metas y realidades. Las reformas no son retrocesos ni
los cambios de mentalidad concesiones, sino expresión de una dialéctica
consustancial a la Revolución.
La franqueza y hondura de las formulaciones del texto y los
debates parlamentarios pusieron sobre el tapete, por primera vez en forma de reflexiones
que concluían en votaciones abiertas, asuntos que nunca se habían discutido en
los términos en que ahora fueron considerados.
Entre otros, pudieran citarse, la participación de la
propiedad privada en la economía nacional, la generación de riquezas
pecuniarias por vía de la iniciativa individual, los negocios y la obtención de
lucros por el desempeño profesional.
Aunque esta vez solo se habló de atletas, artistas, pintores
y otros que participan con sus habilidades en los mercados internacionales
respectivos, conceptualmente no existen diferencias con médicos, profesores,
científicos, arquitectos, ingenieros y otros que, en su momento, y en
consonancia con legislaciones pertinentes, podrán disfrutar de las mismas
oportunidades sin faltar a la ética ni desmentir su vocación de servicio. De
eso tratan también los derechos económicos y sociales y la libertad de creación
consustancial al socialismo.
Al asociar los debates acerca de temas como la libertad de
prensa, la asistencia jurídica a detenidos y privados de libertad, el
matrimonio igualitario el contenido específico del delito de traición a la
Patria y otros con el Concepto de Revolución, el legado de Fidel se convierte
en una herramienta para la transformación revolucionaria de la sociedad cubana.
En un momento del debate, ante la alusión a una formulación
que en su momento Fidel consideró acabada, la diputada Mariela Castro recordó:
“…Si el Comandante estuviera aquí, ya estaría trabajando para mejorar el
texto…” Comparto la opinión porque seguramente, Fidel hubiera subido la
palabra. De él es la idea de cambiar todo lo que deba ser cambiado y actuar con
sentido del momento histórico…”
El debate constitucional es una frontera entre antes y
después. Una Revolución que no se inmoviliza porque si lo hace se desmiente.
Allá nos vemos.
La Habana, 27 de julio de 2018
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El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por
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