Por Manuel E.
Yepe
Estados
Unidos es un caso atípico entre las más avanzadas sociedades industrializadas,
porque no tiene un partido socialista grande de nivel nacional. La cultura en
esa gran nación del norte de América enfatiza el individualismo y el
anti-estatismo. El papel del gobierno en la sociedad es mucho menor que el que
éstos tienen en otros países del mundo, por ejemplo en los europeos.
Durante el
período de la Gran Depresión y la crisis económica de los años 1930 germinó en
muchos socialistas estadounidenses la esperanza de que pudiera haber llegado el
momento de fundar un partido de los trabajadores en su país. Pero con la
llegada al poder de Franklin Delano Roosevelt (FDR) y su coalición del New
Deal, la clase obrera se convirtió en una fuerza prominente dentro del propio
Partido Demócrata y los líderes sindicales no percibían beneficio alguno en
tratar de llevar adelante su ideario de manera independiente.
Los
sindicatos trabajaban activamente en la promoción de la participación de
votantes dentro del contexto bipartidista de Estados Unidos. A partir de la
Gran Depresión, el movimiento sindicalista canalizó su apoyo mayoritariamente
hacia el Partido Demócrata que, por su parte, desarrolló una política de amplia
acogida de gente situada en la izquierda del espectro político estadounidense.
En la
historia reciente se han registrado para las elecciones en Estados Unidos,
además de los consabidos partidos Demócrata y Republicano, el Partido de la
Reforma (ultraderecha), el Partido Verde (izquierda), y el Partido Libertario.
En los comicios de 1992 y 1996, cobró notoriedad el Partido de la Reforma con
Ross Perot como candidato presidencial, a quien la derecha moderada acusaba de
haber perjudicado con su participación la reelección de George Bush padre.
En 2000 y
2004, fue visible la participación de Ralph Nader, del Partido Verde, a quien
la izquierda moderada culpó de restar votos a candidatos demócratas, en
beneficio del republicano George W. Bush
hijo.
A FDR se le
atribuye esa política de haber bloqueado la creación de un gran partido
socialista en Estados Unidos, al abrir las puertas del Partido Demócrata a los
sindicatos y a mucha gente progresista durante la Gran Depresión. Es por esa
razón que se considera a Roosevelt el
presidente más cercano al socialismo que haya tenido Estados Unidos.
Antes de la
Segunda Guerra Mundial, ya Roosevelt tuvo que
enfrentar las fuerzas de la derecha dentro de su propio partido para
hacer avanzar su propósito transformador en Estados Unidos.
Los
demócratas que se le oponían llegaron a constituir la "American Liberty
League" en las elecciones presidenciales de 1936. El entonces gobernador
de Nueva York y prominente líder demócrata Al Smith, instó a la oponerse a Roosevelt proclamando
que "¡Estados Unidos sólo puede tener una capital, Washington o Moscú!”,
significando que el movimiento de los partidarios de Roosevelt tenía en sus
filas demasiados comunistas y socialistas.
Roosevelt
murió en 1945 pero, al término de la guerra, el ejército político de la
izquierda constituido por sindicalistas, intelectuales y líderes comunitarios
negros que se había estructurado para apoyar a Roosevelt aún conservaba gran
influencia dentro del Partido Demócrata.
Los
sindicatos afines al Partido Demócrata como el United Auto Workers, el
International Longshore Warehouse Union, el National Maritime Union, y el
United Steelworkers of America, tenían grandes facciones procomunistas y
líderes de esa orientación política, entre los cuales se incluían varios
asociados al Congreso Nacional de Trabadores Negros y otros grupos de derechos
civiles vinculados directamente con el Partido Comunista de Estados Unidos.
Muchos
demócratas de Roosevelt tenían una apreciación muy positiva de la Unión
Soviética y del papel que ésta desempeñó en la
derrota del fascismo. No tenían objeción alguna a alinearse con el
Partido Comunista y su entorno político en asuntos locales.
Así se
mantuvo el balance de fuerzas de izquierda y derecha hasta que, en 1946,
comenzó la operación represiva anticomunista de la Guerra Fría bajo Harry S.
Truman, reemplazante de FDR.
Durante ese
período de terror fascista contra la izquierda los primeros blancos de la caza
de brujas fueron demócratas que pertenecían a la facción de izquierda populista
y pro-soviética afianzada dentro del propio partido.
Alger Hiss,
funcionario del Departamento de Estado que había desempeñado un papel clave en
la fundación de las Naciones Unidas, fue uno de los primeros en ser objeto de
demonización y acusación de ser agente soviético para terminar encarcelado por
perjurio. Tanto demócratas como republicanos, fueron duramente reprimidos por
sus propios partidos durante este período.
Ahora, con
la llegada del trumpismo, todo parece indicar que se avecinan nuevos tiempos
difíciles para los obreros, profesionales e integrantes progresistas de la
clase media estadounidense.
La Habana, Julio
2 de 2018
Exclusivo para el diario POR ESTO! de Mérida, México.