RT
- 8 ene 2019 15:02 GMT
Luis Gonzalo Segura
Una
bomba mediática estalló por los aires el pasado 1 de diciembre cuando Meng Wanzhou,
vicepresidenta e hija del fundador de Huawei y hoy mundialmente reconocible,
fue detenida en el aeropuerto de Vancouver a resultas de la guerra
comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China. Se puede decir que,
hasta entonces, la guerra se movía en la oscuridad de los expertos económicos y
tecnológicos y hoy se combate casi en prime time. La situación no está
para remilgos.
Más
allá del conflicto diplomático que generó la detención de Meng y la
contundente respuesta de
China (dos canadienses detenidos) o los obvios intereses económicos existentes
(Huawei se situado como segundo vendedor mundial de smartphones superando
a Apple), lo que acontece es una guerra por espiarnos. Una guerra en la que
todo vale.
Aunque
la detención de Meng se cimienta aparentemente en la acusación de la Fiscalía
estadounidense por vulnerar Huawei (a través de SkyCom Tech con sede en Hong
Kong) las sanciones norteamericanas a Irán, la motivación real es bien
distinta: Huawei está ganando la batalla de la tecnología 5G. China está ganando
la guerra tecnológica. Y ganar la carrera del 5G supone obtener dos bastiones
claves en esta guerra sin cuartel: espionaje e información.
La importancia de la tecnología 5G
Un informe del Consejo de
Seguridad Nacional de Estados Unidos equiparaba la tecnología 5G al invento de
la imprenta de Gutemberg y asevera que Estados Unidos, Occidente al fin y al
cabo, estaba perdiendo. "Estamos perdiendo". Estados Unidos está
perdiendo porque las únicas empresas con la infraestructura 5G completa
son Huawei y ZTE (China); Ericsson y Nokia (Suecia y
Finlandia); y NEC (Japón). Y de todas ellas, Huawei es la más
avanzada. Y de todos los país, China es el más avanzado: según Deloitte, el
gigante asiático posee un total de dos millones de antenas de telefonía móvil,
diez veces más que EE.UU.
Dominar
la tecnología 5G supondrá todo, pues en el futuro todo estará conectado a
la tecnología 5G: electrodomésticos, vehículos autónomos, drones, cadenas de
montaje, autobuses, equipos informáticos o fotográficos, sistemas de riego.
Todo. Dominar la tecnología 5G supondrá dominar el futuro. ¿Por qué?
Básicamente, las redes 5G reducirán la velocidad de conexión de los
dispositivos y, sobre todo, la latencia de las redes. Esto es, las conexiones
será a una velocidad jamás vista hasta ahora. Casi instantánea. Tal es la
importancia de esta tecnología que no son pocos los que la califican como la
Cuarta Revolución Industrial.
La presión norteamericana
En
esta situación y ante la enorme importancia de la tecnología 5G, la presión
norteamericana con la excusa de la (ciber)seguridad ha conseguido grandes
réditos entre los países anglosajones, tradicionalmente aliados
norteamericanos. Y también en un país tan aliado suyo como enemigo y rival
chino (Japón). Así, han conseguido que Australia, Nueva Zelanda, Reino
Unido y Japón hayan excluido a las dos grandes empresas tecnológicas
chinas, Huawei y ZTE, de la implementación de la tecnología 5G (incluso en
algunos casos se llegó a retirar toda la tecnología china de las redes 3G y
4G). Canadá, en cambio, todavía duda seriamente al respecto.
Sin
embargo, las presiones han fracasado de momento en la India y en Europa
(Francia y Alemania), países que han rechazado las acusaciones de riesgo que
Huawei o ZTE pudieran ocasionar a su (ciber)seguridad. No obstante, Andrus
Ansip, vicepresidente de la Comisión Europea, acusó a Huawei de instalar
puertas traseras (backdoors) para espiar a los usuarios.
¿Están
cometiendo los alemanes y los franceses una gravísima negligencia en cuanto a
ciberseguridad o las decisiones de EE.UU., Australia, Nueva Zelanda, Reino
Unido y Japón nada tienen que ver con la ciberseguridad?
La guerra del espionaje
La
guerra por el espionaje hasta ahora había estado en poder de Estados Unidos,
país que ha espiado a los usuarios y también a los países. Incluso a sus
aliados. Porque el Tío Sam ha protagonizado en las últimas décadas los
mayores escándalos relacionados con el espionaje, tanto a usuarios como a
países, tanto con intereses económicos y comerciales como políticos: Edward
Snowden (2013) o Cambridge Analytica (2018).
Gracias
a Edward Snowden se
supo que Estados Unidos había estado espiando a 35 líderes políticos,
entre ellos, la canciller alemana, Angela Merkel, y a distintos países
aliados como Italia, Francia o Alemania. Y, por supuesto, la Unión
Europea y la ONU también fueron espiadas, tanto en territorio europeo como
en su sede en Nueva York. Tras el escándalo, Obama prometió que la situación
sería subsanada, pero a principios de 2018 el programa que permitía espiar a
cualquier persona, país o ente en cualquier parte del mundo fue renovado.
Edificio de
Cambridge Analytica en Londres, Reino Unido, marzo de 2018. / Hannah McKay / Reuters
Estados
Unidos no estaba y ni está en disposición de renunciar a una posición tan
amoral e intrusa como privilegiada. Por ello, solo un mes después de renovar el
programa de espionaje que en el año 2013, gracias a Edward Snowden, supimos que
permitió espiar centenares de números de teléfono, incluyendo los de decenas de
países y líderes políticos, alertaba del aumento del riesgo de injerencia rusa
en las elecciones que tenían que celebrarse en Estados Unidos y Europa. ¿Los
mismos que habían espiado incluso a sus aliados alertando de injerencias? Sí,
así es.
En
el caso de Cambridge Analytica supimos,
aunque hay versiones contradictorias, que esta empresa habría recolectado
datos personales a través de Facebook y estos habrían servido para manipular
psicológicamente a los votantes en las elecciones norteamericanas en las
que Donald Trump resultó elegido presidente.
Resulta
sorprendente que todos supiéramos que Facebook nos espiaba y que los datos que
conseguía sobre nosotros fueran vendidos a las empresas para que estas nos
enviaran mensajes que influenciaran en nuestras compras, pero nadie pensara que
algún día esa información pudiera ser usada con otros fines. Incluso que
llevara siendo utilizada durante años con otros fines. Realmente, ¿el problema
de Cambridge Analytica es lo que ha hecho (si es que lo ha hecho) o para quién
lo ha hecho? Porque sin ir más lejos, las prácticas de Cambridge Analytica
fueron legalizadas en España en noviembre de 2018 en la Ley de Protección de
Datos, por lo que los partidos políticos podrán recolectar información sobre la
ciudadanía y usarla como les plazca.
Más
allá de la controversia, lo cierto es que a día de hoy las empresas
tecnológicas son poseedoras de una gran cantidad de datos que
pueden tener un valor enorme y que pueden ser usadas para espiarnos. Por
ejemplo, en el año 2013 se publicó un estudio sobre
la capacidad de predicción de Facebook en base únicamente a los 'me gusta' de
un usuario: distinguía al 95% a blancos y negros, 93% a hombres y mujeres,
88% entre homosexuales y heterosexuales y 85% entre republicanos y los
demócratas. El Gran Hermano nos conoce.
Y
Facebook no es la única fuente de información, ya que absolutamente todas las
aplicaciones almacenan o pueden almacenar información (Google espía y hasta
escucha conversaciones), y aunque en los últimos tiempos se han aplicado una
serie de herramientas de control, sobre todo las distintas legislaciones para
la protección de datos, lo cierto es que esos datos existen y en un momento
dado pueden ser usados por cualquiera. Y en caso de conflicto, en caso de
emergencia de una nueva potencia mundial como es China, los norteamericanos
aplican la máxima 'mejor nosotros que ellos'.
La
guerra es económica, sí; la guerra es bélica (a nivel periférico y sin un
choque frontal), sí; pero la guerra también es por espiarnos, controlarnos y
dirigirnos.