Como se ha conocido a través
de diversos medios nacionales e internacionales, el lunes de esta semana el
actual gobierno de los Estados Unidos de América presidido por Donald Trump, ha
anunciado la suspensión definitiva del llamado
Estatus de Protección Temporal, cuyas siglas en inglés se leen TPS;
otorgando esta vez 18 meses de gracia a los salvadoreños amparados, que deberán
utilizar para las diferentes opciones
posibles, entre ellas obtener la legalidad en dicho país, lanzarse a la
clandestinidad como muchos miles actualmente ahí subsisten, o irremediablemente
salir de dicho país.
Se sabe por informaciones poco
precisas de fuentes oficiales salvadoreñas o periodísticas locales e
internacionales, que serían entre 190 a 200 mil connacionales quienes se encuentran
inscritos en dicho programa, a partir de las graves consecuencias ocasionadas
por los terremotos de 2001, y que resultó una opción favorable también para
miles de centroamericanos y caribeños que en su momento fueron acogidos en
dicha nación a través de ese mecanismo.
Seguramente nadie ha de
olvidar esos gestos durante esos tiempos difíciles, pero que hoy amparándose en
la condición misma de su temporalidad, ha sido abolida por la actual
administración, para, en su orden, los nicaragüenses, haitianos y hondureños,
sumándose los salvadoreños este 8 de enero de 2018.
Lo grave y lamentable es que
se deja sin dicha protección al mayor grupo de ellos, quienes junto a sus
familiares, incluidos sus hijos nacidos en este período de más de 15 años en
los Estados Unidos, podría alcanzar al menos entre el doble y triple de esa
cantidad de personas, hoy expuestas a la inestabilidad emocional, social y
laboral.
Esta anunciada pesadilla para
tantos, es producto e hija de una deliberada intención electoral de un
candidato, hoy presidente, que aseguró expulsaría a los inmigrantes que
entonces calificó de delincuentes, violadores y narcotraficantes; esa posición
xenófoba, racista y a todas luces inhumana, es la verdadera causa de tal
decisión que, aunque en cualquier momento se sabía se podía asumir por el
carácter temporal, era de esperarse que se tomara considerando los factores que
implicaban al país huésped, a los de destino, y por sobre todo, a la misma
condición de los afectados directos.
Pese a ello la administración
Trump ha pretendido envestirse de esa condición de inevitabilidad de la medida,
y aún es más, abrogarse luces de benefactora de muy buena voluntad al
otorgar períodos de gracia a su decisión
planeada con frialdad años atrás.
Desproporcionado fue que la
actual embajadora de los Estados Unidos en El Salvador, Jean Elizabeth Manes,
pocos días antes de anunciada la medida, invocara el victimismo para su país,
quien según ella no merecía que ingratos militantes publicaran pancartas con la
emblemática frase “yanquis go home”, sugiriendo que lo mejor sería portarse
bien ante esa potencia; dejando así, además, el material exquisito y preferido
para sus incondicionales de la extrema derecha del país que acogerían tal
consigna como la verdadera causa de la suspensión del TPS.
Al interior del país son
muchas las opiniones, comentarios y también temores sobre lo que pueda suceder
en caso que, al menos buena parte de los compatriotas, deban retornar a su
Patria, herida y dañada por la tragedia continuada de la delincuencia y las
dificultades económicas y financieras; que quién sabe pueda absorberles.
La mayoría de mentes sensatas
identifican las verdaderas causas de este grave episodio del país, muy alejadas
de quienes culpan al actual gobierno o a unas consignas o gestos de rechazo a
las políticas imperiales; pero también de aquellos que hasta han agradecido al
gobierno de Trump por la concesión del plazo anunciado como reconocimiento a
los afectados, y a sus ingentes acciones buscando favorecerles. Lo realidad es
que quienes irían a su casa son los salvadoreños, hondureños, nicaragüenses,
guatemaltecos y haitianos, entre otros.
Ellos se beneficiaron en su
momento de gestos solidarios y generosos de algunos, quienes no podrían tampoco
estar de acuerdo con la ingrata manera con la que son despedidos
irremediablemente a su suerte, al menos a un buen número de ellos, quienes necesitarán políticas de estado para
ayudarles a enfrentar su destino.
Para los amigos oyentes de
Radio Habana Cuba, reportó desde El Salvador, Centro América, Mario Zavaleta.
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Para Radio Bahía en la Ciudad
de Estocolmo, reportó desde El Salvador, Centro América, Mario Zavaleta,
corresponsal de Radio Habana Cuba.
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Para Radio Sur, desde Gotemburgo,
en Suecia, reportó desde El Salvador, Centro América, Mario Zavaleta,
Corresponsal de Radio Habana Cuba.
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Para el programa El Club de la
Pluma, por Radio Inédita, en Cosquín, Córdoba, Argentina, Mario Zavaleta,
Corresponsal de Radio Habana Cuba.